Harto de estar harto de infoxicaciones y recetas educativas, de convertirme en lo que ahora critico, de intentar mejorar mi práctica a base de riesgo y congoja, de golpes en la nuca y patadas en el alma, he decidido frenar.
Me he dado cuenta que esta profesión no difiere en nada de las demás profesiones. Todas son individualistas y egocéntricas y tal vez ésta la que más.
Cuando decidí modificar mi método hace muchos años ya para adaptar la escuela en la que me movía a los individuos que recibía, pronto empezaron a llamarme para compartir mis acciones y ver los pros y los contras de realizar un cambio tan radical.
Los compañeros y compañeras me escuchaban y escuchan con atención unos pocos para adaptar y mejorar su práctica y la mayoría para contextualizarla y presentarse a concursos del mejor proyecto del planeta, o el mejor vídeo, o la mejor experiencia, o el mejor mejor de mejores, en definitiva, alimentar el ego pasando por encima los alumnos/as, convirtiéndonos en farsantes sofistas de la educación.
Yo, payaso de mí, sigo intentando crear pequeños cerebros pensantes como un doctor de laboratorio, que duden de todo lo que sus sentidos perciben. Desde mi circo de una pista, intento ofrecer las herramientas que mi alumnado pueda usar para dar soluciones creativas a situaciones que se plantean en su vida cotidiana.
Es cierto. He recibido algún premio en educación y me encanta, pero no amigos/as, no es el objetivo.
Entiendo la educación de una forma un tanto especial, irreverente, desobediente, políticamente incorrecta tal vez, pero no la entiendo sin pasión. Así que he construido un decálogo, ahora que está tan de moda, para guiarme en esta ardua y divertida profesión.
1. Pasional: la docencia hay que tomarla con pasión más que como una profesión. El docente debe disfrutar de cada segundo del tiempo en la escuela. Es un compromiso personal consigo mismo y con las personas con las que pasa tanto tiempo, con el alumnado.. "Mi pasión es su pasión".
2. Cómico: el humor en el aula genera un rapport muy favorable en el aula generando una sintonía entre las partes eliminando tensiones, calmando conductas hostiles, abriendo la mente y todo ello unido a una función motivadora favoreciendo la cohesión grupal.
3. Desobediente: El docente debe desobedecer aquellas directrices absurdas y cánones de educación que lastramos sin ponerlas en duda. El docente debe crear tanto climas de aprendizaje como momentos, aprovechando todas las posibilidades que nos brinda la realidad cambiante.
4. Dinamizador: el aula no es un compartimento estanco y aislado. El aula debe estar abierta a cualquier agente de la comunidad educativa y en especial a las familias. Favorecer pues la implicación de estos agentes en el proceso de aprendizaje del alumnado es primordial ya que son el referente principal de los/as niños/as.
5. Seductor: el contagio de estas actitudes pasionales, cómicas, desobedientes y dinámicas debe extenderse a compañeros/as para realizar un cambio educativo eficaz y eficiente. Un docente no puede impulsar cambios metodológicos en su comunidad si no cuenta con el respaldo de un equipo que proponga, actúe y evalúe las diferentes acciones.
6. Optimista: un docente que siembra optimismo, entusiasmo, emociona a su alumnado en el proceso de aprendizaje, e incita a la indagación y al esfuerzo valorando el fracaso como parte del proceso. Siembra optimismo y recogerás el fruto convertido en alumnos/as comprometidos/as.
7. Inteligente: Piaget dijo: "La inteligencia es eso que usas cuando no sabes qué hacer". Últimamente estamos centrando la definición de docente como facilitador del aprendizaje, entregando las herramientas necesarias al alumnado para resolver unas tareas. Es una bonita definición, pero, y ¿si no les entregamos ninguna herramienta?. Intentar resolver algo sin conocer las herramientas implica un aprendizaje, no sólo en el fin sino también en el proceso. Exprimamos esa creatividad y entrenémosla. Ya se sabe que el hambre agudiza el ingenio.
8. Solidario: compartir nuestros propios aprendizajes, nuestros errores, nuestros logros nos hace crecer como personas y como docentes. Uno de los valores más importantes que debe tener un docente es el de la solidaridad con otros/as compañeros/as. No, no todo el mundo puede ser maestro/a. Una serie de valores deben estar en el ADN del docente. Mejorar este mundo depende de la solidaridad del ser humano lo que le convierte en una buena persona. Elige ser buena persona.
9. Emocional: ser emocionalmente inteligente implica conocerse muy bien a uno mismo y conocer muy el material humano que tenemos delante. Sentir curiosidad por las personas y sus estados de ánimo, la empatía, la flexibilidad, respetar las opiniones diferentes, aprender de errores, la inmunidad contra los ataques, entre otras, nos convierte en una persona con inteligencia emocional. En resumen, la conciencia emocional, la capacidad de gestión de las emociones y la autonomía personal nos va a ayudar a establecer cauces en el desarrollo profesional docente.
10. Combativo: el docente debe ser beligerante contra todas las amenazas que se ciernen contra una educación de calidad y salir en defensa de su propia independencia y autonomía. Defender activamente una educación de calidad implica defender a tus alumnos/as que son los actores principales de este mundo que casi siempre les olvida.
No hay que olvidarse de que este es mi decálogo, el que me ayuda a guiarme a mí. Si alguien se siente identificado con él, se lo regalo. Si alguien se siente ofendido con él, se lo regalo también y que haga el suyo.
"Dadme niños/as desobedientes, son los únicos capaces de cambiar el mundo"