domingo, 15 de mayo de 2016

Mi hijo no será futbolista

Tras ver diferentes formatos en televisión de concursos de niños con barba emulando a los mejores cocineros, al cantante de más éxito, en busca del niño con LA VOZ más completa, me detengo a pensar en los equipos de fútbol escolares que, a modo de extraescolares, nos venden como horas formativas, socializadoras y lúdicas. Aquí, detenido pues sobre estos equipos, observo desde fuera y desde dentro, la intensa competitividad que existe por lograr el éxito, importando muy poco los niños, sus sentimientos, sus emociones incluso sus capacidades. 
Da igual cómo puede sentirse un niño con poca capacidad o habilidad para jugar aunque esté con sus amigos, es secundaria la formación en valores y el aprendizaje porque si no ganan no vale para nada. Hace tiempo leí que los padres y madres deben preguntarle a su hijo qué tal se lo han pasado tras un partido, y es cierto. Pero en ese artículo no decía nada acerca de preguntarle sobre qué tal se lo ha pasado viendo a sus compañeros y no participando de la actividad. Pues bien, cada fin fin de semana me toca hablar con mi hijo y no para preguntarle qué tal se lo ha pasado sino para animarle y decirle que no pasa nada por no jugar, para hacerle olvidar el rato que ha pasado aburrido viendo como los demás disfrutaban corriendo tras un balón. Me toca preguntarle qué quiere hacer por la tarde, qué le apetece ver en el cine o si prefiere jugar conmigo en el parque. 
Es frustrante ver a un niño de 10 años con una etiqueta de "no vales para esto" y que se dé cuenta de que en esta vida , en este mundo, en esta sociedad el éxito es lo que realmente importa incluso si eres una persona en formación. 
Mi hijo no será futbolista, ni creo que en sus sueños esté el serlo, afortunadamente. 
Mirando el lado positivo, se lleva un aprendizaje real sobre cuál es la idea de sociedad en la que vivísimos y cuáles son los valores que importan. 
Ya me encargaré yo como padre de explicarle que cada uno tiene sus limitaciones y sus virtudes y, con sencillez y humildad, sacar lo mejor de uno mismo en el campo de la vida donde se sienta más cómodo.
De sus estados de desánimo se lleva un aprendizaje emocional que, tal vez, esté recibiendo demasiado pronto.